El fin de semana pasado llamé a reportar una mascota que estaba atrapada en el río cerca de mi casa, al fondo de la quebrada. En pocos minutos, un equipo de los Bomberos de Quito llegó al lugar. Comprobaron que lo que yo les decía era verdad y que una pequeña mascota iba a ser víctima de este acto tan terrible.
Se encontraron con que una perrita, de al menos un año de edad que había sido arrojada al río dentro de un costal amarillo y que, aparentemente, había sido arrastrada por la corriente por varios metros hasta quedar enganchada en una rama. La perrita, no hacía más que aullar descontrolada por lo asustada que estaba. El río no llegaba a un metro de profundidad, pero su caudal era lo suficientemente fuerte como para haberla ahogado. El teniente de Bomberos fue el encargado de acercarse al costal, lo hizo con cuidado, pero, a la vez, con premura.
Primero se abrió el costal para ver a la perrita y tratar de tranquilizarla un poco. Acto siguiente se levantó el saco para llevar a la mascota a la orilla. Casi llegando intentó sacarla del costal. La perrita estaba mojada y asustada, pero estaba feliz de haber salido de ese río. Una historia real que quiero compartir porque no puede ser que aún exista gente que bote animalitos en costales.