Aunque faltan aproximadamente treinta días para que arranque legalmente la campaña electoral, los candidatos presidenciales, a través de diferentes medios, ya exponen sus ofertas electorales. La mayoría ofrece soluciones a los problemas que todos conocemos, menos algunos presidenciables: la corrupción, el desempleo, la seguridad social, la economía, el déficit fiscal; uno que otro menciona la inequidad social, la falta de gobernabilidad, la educación. Y obviamente tienen la solución para todos los males, traen la varita mágica que sacarán a funcionar el 25 de mayo; se parecen a esos mercaderes de plaza de pueblo que tienen la solución para todos los males, desde la manteca de culebra, el diente de la gran bestia, hasta pócimas o jarabes que en suministradas en reducidas gotitas calman cualquier dolencia, hasta la del corazón traicionado.
Aquí es importante la decisión del ciudadano que con su voto tiene la gran responsabilidad de elegir al ciudadano más capaz, más idóneo para dirigir los destinos de la patria, sobre todos en los difíciles momentos actuales y de la pospandemia. Para no equivocarnos tomen en cuenta los siguientes consejos: 1) hay que votar por el candidato que no diga sólo que va a hacer sino cómo y con qué, es decir que tenga un plan de trabajo serio y técnicamente elaborado, 2) que publique su equipo de trabajo, debemos conocer quiénes van a cogobernar en los próximos cuatro años, 3) que no tenga antecedentes de actividades reñidas con la moral y honestidad, 4) que tenga experiencia en el manejo de recursos públicos, 5) que sea un líder, es decir que con ejemplo y autoridad maneje el gobierno, 6) que esté respaldado por un partido político serio y organizado, y 7) que no sea un populista o socialista del siglo XXI, que con sus ofrecimientos nos obnubile hasta llegar al poder, para luego de exprimirle hasta la última gota de esperanza al ingenuo pueblo, dejarle como herencia miseria, corrupción y desesperanza; prohibido olvidar la década robada.