El 20 de febrero empezaron las operaciones en el nuevo aeródromo, y el viejo que, desde hace 30 años, estaba obsoleto, por fin cerró sus puertas. Sin duda, esta obra será un hito histórico cuando se superen las imprevisiones.
Sabemos que nuestro país nunca ha sido un imán para la inversión extranjera, por lo que dicha obra requirió enormes esfuerzos de gestión y valentía de sus iniciadores; luego saltaron a la palestra los detractores; unos con absurdos argumentos seudotécnicos y otros con los usuales, pero todos con el afán de boicotear la obra y manchar la honra ajena.
Sería interesante, como un aporte cultural, la elaboración de una novela histórica que resalte las acciones inmorales por intereses creados. Se entiende que para lograr que trascienda el libro es requisito fundamental su valor literario; además deberían utilizarse nombres ficticios para evitar las consabidas demandas judiciales. A propósito, cómo justificar los USD 50 millones gastados en el aeropuerto militar de Latacunga. En este punto, cabe una sincera reflexión a nivel de expresiones adverbiales: ¿tenemos este aeropuerto “gracias a” o “a pesar de” estas autoridades de turno? Para terminar, el generoso pueblo de Quito tiene una deuda pendiente con los que quedaron fuera de la placa de bronce, este gesto de nobleza se llama desagravio.