No comprendemos por qué se quiso inaugurar con tanta prisa la nueva terminal aérea de Quito, cuando adolecía todavía de una vía rápida, segura y directa para llegar sin contratiempos, si sabíamos que el puente sobre el río Chiche era provisional hasta edificar el nuevo. Cuando los vientos de verano de la Sierra sacuden peligrosamente las naves en ese sector y hay niebla espesa en los días lluviosos y polvo provocado por el suelo terroso, que impide una visión clara. Cuando los muros de contención de lado y lado de la carretera son apenas lomas deleznables frente a la acción de las lluvias. Y cuando no se esperó que accesorios tan importantes como las mangas para los pasajeros, los estacionamientos para vehículos y las comodidades de la terminal se hallen debidamente instalados. Es lamentable, una vez más, que las ambiciones políticas de ciertas autoridades y el sueño de ver su nombre en una enorme placa de agradecimiento a quienes inspiraron y la financiaron, hayan sido los únicos incentivos para apresurarse y entregarnos una obra inacabada y peligrosa.