Hay que experimentar en carne propia para darse cuenta del gran inconveniente que resulta tomar un vuelo desde el nuevo aeropuerto de Quito.
Las molestias, pérdida de tiempo y costos que representa viajar desde la nueva terminal nos hacen pensar seriamente en la conveniencia de tomar un vuelo doméstico. Acabo de regresar de Galápagos y tengo que decirles que el tiempo invertido para transportarse de un lado a otro es exagerado. En mi caso, me tomó 10 horas ir desde el aeropuerto de San Cristóbal al antiguo aeropuerto de Quito. Aunque la situación es diferente para Guayaquil, Cuenca y otros destinos, la pérdida de tiempo es una constante. No se diga si la vía hacia el nuevo aeropuerto está congestionada por las clases, los nuevos centros comerciales, la salida o entrada a los trabajos, etc.
A esto hay que sumar el costo del taxi hacia el aeropuerto, el cual de ida y vuelta representa cincuenta dólares o, si se quiere ahorrar, el pago de dieciséis dólares de ir en autobús desde la antigua a la nueva terminal o viceversa. El valor del taxi representa aproximadamente el 72% del costo de un pasaje promocional a Guayaquil. Pensando en términos de competitividad, ¿han pensado acaso cuánto cuesta transportarse en taxi desde el centro de Quito o de Guayaquil hasta los respectivos aeropuertos? En el caso de Quito estamos hablando de 35 dólares y en el caso de Guayaquil 5 dólares. Son siete veces más.
¿Entonces la solución es ir en carro propio? No. Lo que ahorra de taxi paga en parqueo. A medida que pasan las horas, la suma se vuelve en algo realmente caro.
¿Qué pasa si no desayunó o no comió en el camino? Posiblemente tenga que pedir algo en el aeropuerto. Una hamburguesa con cola y extras le cuesta aproximadamente 15 dólares.
Si usted suma todo esto, va coincidir conmigo de que el costo de viaje a través del nuevo aeropuerto de Quito es exagerado. Tan exagerado como el costo final de una obra que, comparado a otros aeropuertos, no tiene punto de comparación. Solo les invito a comparar el costo de la inversión inicial con el tamaño, los servicios, el número de mangas, pistas de aterrizaje o de “gates” con terminales antiguas como las de Santiago de Chile, Miami o Ámsterdam. La diferencia es considerable.
Añadamos a esto la falta de criterio en inaugurar un aeropuerto sin vías y carreteras debidamente terminadas. Cero planificación, cero organización. Un gran ejemplo de cómo se siguen haciendo las cosas en un país que se empeña por ser subdesarrollado en todos los aspectos.
Para atenuar todos estos inconvenientes nos han dicho que la terminal de Quito es internacional y una de las mejores de América Latina. Eso está en duda. La pérdida de tiempo y el costo que ahora implica viajar a través de la nueva terminal de Quito me hacen pensar que mejor estábamos antes.