Con mucha congoja he leído que mi querida Pontificia Universidad Católica del Ecuador, al celebrar sus 70 años de vida, ha cambiado su logotipo, su slogan y su color; por otros que a mi parecer no tienen relación con su esencia espiritual y bien ganado prestigio a través de toda su historia.
Con el perdón de sus actuales autoridades, no entiendo que significa el logotipo y su lema actual, tampoco su color. El logotipo antiguo, su slogan “Seréis mis testigos” y el color azul con el cual se identificó la Universidad, no solo calaron en lo más hondo del corazón y el espíritu de quienes tuvimos el honor y orgullo de recibir en sus aulas los conocimientos más excelsos en la carrera que cada uno escogió; sino de toda la opinión pública. Ciertamente que las instituciones merecen renovarse, compenetrarse con los tiempos que vivimos; pero aquello no significa que tenga que dejarse de lado aquello que fueron símbolos que los tenemos en nuestra mente y están presentes en nuestra vida profesional. Ojalá que estos cambios signifiquen también el que en sus aulas se imparta los conocimientos con la presencia de profesores de alta calificación y así tener profesionales que sigan dando lustre a la Universidad que tanto añoramos y respetamos. Las transformaciones deben hacerse sin menospreciar el pasado pues este es parte del presente y del futuro.