No pretendo hacer una cronología de los hechos ni impartir condenas a título personal. Los culpables cargarán a cuestas con sus conciencias eternamente, escucharán el eco de la voz de Javier pidiendo ayuda para regresar a casa, guardarán en su memoria la imagen de tres inocentes encadenados clamando libertad y con eso… ¡basta y sobra! Solo quiero descargar mis pensamientos colmados de impotencia y de tristeza. Mis pensamientos que me conducen, sin remedio, hacia el lugar frío y desolado en el que Paúl, Javier y Efraín perdieron miserablemente sus vidas en busca de una verdad que nunca llegó. Ellos se han ido ya. Escribieron con sangre su último reportaje y dejaron un ejemplo incomparable de compromiso por su diaria pasión. Hoy un sentimiento de dolor inunda nuestro país. Un país lacerado como resultado de una revolución implacable. Un país que implora paz y al que, dolorosamente, le seguirán faltando tres… ¡para siempre!