Todo el mundo festeja su cumpleaños, espera los regalos, las manifestaciones de amor, la comida suntuosa, reunirse con los amigos y familiares más queridos.
En estos días nos acercamos al cumpleaños más importante, el nacimiento de Jesús, y nos preparamos con ropas nuevas, arreglamos nuestro hogar, hacemos invitaciones a las personas preferidas, arreglamos el árbol con lindos juguetes y luces compramos regalos. En síntesis, nos preparamos para celebrar a todo dar. No se habla de otra cosa que de la Navidad, el nacimiento del Niño Dios que celebramos el 25 de diciembre. Falta 1 día para la Navidad. Los gritos de euforia de los niños se escucharán en todos lados y grandes y chicos esperaremos la hora de cenar y tomar vino, recibir los regalos. Pero, ¡oh sorpresa!, nunca compramos el regalo para el cumpleañero, ni siquiera lo invitamos, nos olvidamos de Él y no nos acordamos de festejarlo! La euforia es de fiesta, mundana y casi nunca espiritual! Nos olvidamos de agradecer al Todopoderoso por enviarnos a su Hijo para nuestra salvación.
Celebramos la Navidad pagana y los niños esperan con ansias a santa Claus o Papá Noel. Celebremos ahora, el cumpleaños de Jesús, como lo hacen en determinados hogares cristianos que festejan la venida del Niño Dios, que significa la salvación del mundo; dar gracias porque nos ama intensamente pues haberse sacrificado por la humanidad es una muestra del amor sincero que nos tiene, y debemos festejar de manera espiritual la Navidad, ¡el cumpleaños del Jesús!