Con motivo de los últimos siniestros en las carreteras, recordemos que muchos, inclusive entidades del Estado, creen que capacitar es dictar cursos.
Cobrar una inscripción, obligar a la asistencia, dar un par de charlas y otorgar un diploma. ¡Resueltos los problemas!
Profundicemos: educar es formar para el ejercicio laboral y el desenvolvimiento social; capacitar es dotar a la persona, técnico o profesional, de conocimientos, habilidades y comportamientos para desarrollar un trabajo de calidad. La capacitación es de informal o empírica, y formal o planificada.
La primera es intuitiva y la segunda el resultado de la investigación y sometida al proceso administrativo de la capacitación, basado en diagnóstico, planificación, implementación, evaluación y seguimiento. Quien dicta cursos es el instructor, quien desarrolla el proceso es el capacitador.
Equivocadamente se sigue llamando ‘escuelas de capacitación’ a las formadoras de choferes profesionales y, a ellas, por lo sensible de su relación con los gremios, no se las interviene como se hizo con algunas universidades. Siendo como es, una profesión, deberían ser formados al menos en institutos de formación técnica.
Este es el anverso de la ‘medalla’; el reverso es el sistema utilizado en el transporte: las pseudo-cooperativas y compañías ya no tienen razón de existir; el Estado debe someter al actual sistema, a un proceso responsable, serio y por sobre todo técnico, de reingeniería del transporte de pasajeros, con una sola administración que determine rutas, conductores, valores y más condiciones, y recaude todos los ingresos para distribuir los excedentes, entre los accionistas de las unidades (ya no propietarios).
Recordemos lo que dijo Albert Einstein: “La mente y los paracaídas sólo nos sirven cuando están abiertos”. ¿Podremos hacerlo?