El recuerdo y dolor de nuestros seres queridos se renuevan en el Día de los Difuntos y pensamos que la vida tiene su final con la muerte que llega tarde o temprano. La noticia del suicidio asistido de la joven estadounidense de 29 años Brittany Maynard por un cáncer terminal del cerebro, nos lleva a pensar que puede ser una alternativa para mantener con vida a las personas a toda costa, aun cuando ya no haya esperanza alguna de curación, pero que tiene que respetarse el criterio de la familia y del paciente.
En Suiza, Bélgica, Holanda y EE.UU. (Oregón) es legal que los médicos ayuden a los enfermos terminales a morir, tienen clínicas especializadas donde ejecutan la mayoría de 300 muertes asistidas que ocurren cada año.
Las principales razones para que un paciente terminal tome la decisión de pedir la muerte asistida serían: Deseo de controlar las circunstancias de su muerte, preocupaciones por la mala calidad de vida en el futuro, inquietud por los terribles dolores en tiempo venidero, también por la capacidad de cuidarse a sí mismo, pérdida de independencia, deseo de morir en casa, falta de respaldo, problemas financieros, calidad de vida, la principal preocupación es el sufrimiento personal y familiar, por lo cual, piden la muerte asistida de acuerdo a la ley Muerte con dignidad.
Este es un asunto muy difícil de tratar en nuestro medio, donde la religión juega un papel definitivo para conseguir este propósito, habrá que promover una convocatoria para analizar dicha situación, tan humana como esta.