Eran almas libres, viajeras, voluntarias, amables y curiosas. Pero su historia terminó antes de tiempo. Es una tragedia, pero para algunos es violencia justificada. Muchos aseguran que ‘ellas se lo buscaron’.
Marina y María José tenían sed de mundo y para saciarla decidieron viajar con otras dos amigas a países vecinos. Habían escuchado historias, visto fotos en las redes sociales y ahora lo querían vivir en carne propia. Su viaje, al inicio, fue lo que esperaron y mucho más. Vieron paisajes asombrosos, visitaron ruinas inmemoriales y fueron partícipes de las maravillas que albergan Perú y Ecuador. “No se viaja para escapar de la vida, se viaja para que la vida no se escape”, compartió María José en su cuenta de Instagram hace dos semanas. Una frase del viajero empedernido, que reflejaba sus sentimientos después durante su travesía.
Tras más de un mes de viaje, tenían solo unos pocos días más. Se separaron de sus otras dos compañeras de viaje y regresaron a Montañita. De ahí irían por tierra a Lima y luego en avión a Santiago de Chile, para regresar en bus a su Mendoza natal. Pero Montañita se convertiría en su última parada terrenal, donde verían un “último atardecer soñado”, un lugar en que dejarían este mundo marcadas por la violencia.
Cuando se inició su búsqueda y sus fotos inundaron las redes sociales, lamentablemente, no faltaron aquellos que pusieron en duda su calidad como personas ‘decentes’ por su condición de viajeras solas, ‘mochileras que buscaban fiesta en Montañita’.
Después de todo, la conservadora sociedad ecuatoriana ha tachado a esta playa como el ‘paraíso de la perdición’, un lugar donde reina el alcohol y las drogas. Entonces, según sus estándares moralistas y machistas, no deberían haber estado ahí.
En estos días he escuchado más de una vez ‘no justifico lo que les pasó pero…’ ‘Si solo estaban en terno de baño…’, ‘¿Qué hacían ahí?, ‘¿Por qué estaban solas?’ ‘Seguramente estaban borrachas o drogadas’ y el más infame ‘buscaban farra y acción y eso tuvieron’.