La misma vieja injusticia

El juicio por el crimen de una paciente extranjera termina con un lamentable saldo, la sentencia de prisión para dos médicos. Uno de ellos ni siquiera estuvo en la clínica el día de los acontecimientos, el otro acudió a la clínica e intentó, por todos los medios posibles, salvar la vida de la paciente. Ninguno de los médicos sentenciados condicionó, de manera alguna el ingreso de la paciente.

Con semejante precedente, alguien podría preguntarse, ¿qué debió hacer el cirujano general, al ver a una joven mujer herida en el pecho?, salir del área de emergencia y abandonar el caso porque no era un cirujano torácico. Eso habría sido incorrecto, nada ético e indigno de un médico. En lugar de ello, el cirujano hizo lo correcto, prestó auxilio a la víctima. Hoy los jueces le condenan por hacer lo que le dictó su conciencia y cumplir su deber como médico.

En Estados Unidos, las estadísticas de prestigiosos cirujanos de trauma como Asensio y Trunkey, en uno de los mejores Centros de Trauma del mundo, reportan una mortalidad del 91 por ciento, cuando los pacientes tuvieron lesiones cardíacas penetrantes grado VI. En el Ecuador, no existe un solo Centro de Trauma de esa categoría.

Es increíble presenciar cómo un profesional que en un país desarrollado sería protegido por la Ley del Buen Samaritano, en el Ecuador va a prisión por ser buen samaritano.

Afrontémoslo, todo sigue igual, lo único que ha cambiado es el edificio.  

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