Furibundos políticos antimineros han marchado oponiéndose a la explotación de los recursos naturales que, cuando les convenía, defendían y apoyaban. Con total desenfado, e irresponsabilidad, desinforman y confunden, aprovechando el desconocimiento que la mayoría tiene de la minería, la satanizan, creando temores y presagiando catástrofes.
Varios son alcaldes y prefectos que han sido incapaces de dotar a su población de obras de saneamiento ambiental para tratar sus aguas servidas e industriales que son arrojadas directamente a ríos y esteros, sus desechos domésticos y peligrosos que se cumulan en botaderos insalubres generando grandes focos de contaminación, causa de severas enfermedades que afectan a niños, adultos y ancianos a quienes dicen defender.
La minería es un conjunto de actividades similares a otras industrias, algunas incluso mucho más peligrosas que contaminan indiscriminadamente aire, agua y suelo sin el menor control. Reflexionemos que los recursos de la minería servirían para construir esa infraestructura necesaria para mejorar la calidad ambiental y consecuentemente la calidad de vida de la población, siempre y cuando se garantice una explotación responsable, sin la permisividad de los organismos responsables del control, factor de riesgo latente y de graves consecuencias, no solo para la minería industrial.