Los candidatos de la oposición deberían asumir el deber cívico de informar de manera clara e ilustrativa, además de sus propuestas, la real dimensión de la crisis económica que vive el país, al sector de la población que no tiene posibilidad de conocerla, puesto que la fábula sabatina, repetitivamente, le cuenta una realidad diferente que habla de un “modelo político” que en los hechos ha sido un constante despilfarro, a más de la corrupción que desborda la imaginación. Es decir, un fracaso total que ha embargado el futuro económico del país y ha sacrificado el bienestar y la tranquilidad de una gran mayoría, en la cual no se cuenta el pequeño grupo de beneficiarios de la “revolución”.
Deberían hacer conocer que, si el Estado tiene comprometidos los ingresos petroleros para el pago de las deudas -interna y externa- y se nutre únicamente de los excesivos impuestos que succiona al pueblo ecuatoriano, sin las suficientes fuentes de producción, la situación social y económica continuará empeorando con el ajuste de las cuentas fiscales, que tendrá que ocurrir irremediablemente en los próximos meses, con el gobierno responsable y austero que aspiramos tener.
Otra de las medidas inmediatas a tomarse es la renegociación de la deuda con la China pues su “ayuda”-por demás usurera- ha significado atarnos al cuello un dogal que nos impide respirar. Y retomar la relación de crédito con los organismos financieros internacionales de Occidente, significativamente menos onerosos, es lo sensato.
Asimismo, se tornará inaplazable la reducción de la desmesurada burocracia que consume injustificadamente recursos que deben ser destinados a la inversión generadora de riqueza y bienestar, lo cual implicaría que incluso quienes han ingresado en los últimos tiempos al sector público (irresponsable forma de hacer proselitismo), deberán salir a engrosar las filas de la desocupación, con las previsibles consecuencias. Quien piense que, dar el voto por el oficialismo evitará que esta medida se tome, penosamente, debe comprender que se equivoca, pues es impostergable.
Nuestro querido y abatido país necesita un gobierno verdaderamente democrático, con todos los poderes del Estado independientes, y una población que se dignifique diariamente con trabajo, unidos por un justo ideal: el progreso y la restitución de la moral y la ética.