Qué tristeza y qué pena inundó mi alma, al ver pasar por las calles a cientos de indígenas como sombras en la noche cobijados por el frío y el hambre, corrían sin rumbo fijo, hombres y mujeres, éstas cargadas a sus criaturas en las espaldas.
¿Acaso ellos sabían qué hacían correteando por la ciudad?, pues no, ellos simplemente estaban ahí, porque eran víctimas de la represión brutal de los políticos de siempre, que los manejaban a su antojo para satisfacer sus intereses y vanidades prepotentes, pues no había otra razón, movidos por un pretexto del no a la minería y al agua.
No tenían una razón lógica, y al mirar esa muchedumbre de indios, no hablo peyorativamente me hizo recordar al gran escritor indigenista Jorge Icaza que en una de sus obras escribió el ‘Huasipungo’ en uno de sus párrafos decía “Si yo quisiera hacer llorar al mundo escribiría la vida del indio”. Y yo me pregunto ¿será posible que en pleno siglo XXI, sigamos viendo la esclavitud y el abuso de cuatro seudos dirigentes?