Vamos a extrañar a Marcelo Dotti, pues este comunicador social no era el arbitrario lanzapiedras con palabras, como si fuera de festín sabatino. Lo vamos a extrañar porque lo que cultivó su mente y su espíritu estaba afincado a una formación ética y estética. Manejaba el idioma con pulcritud y sus reflexiones acerca de la historia no eran cosa de pastillas informáticas.
Había pasión por el estudio, había interés de formar y servir a la comunidad y aprendimos algunas cosas o en otros casos estuvimos abocados a consultar.
Un hombre así tenía que ser político y lo fue, llegando a ser diputado de la República, eso quiere decir, hombre con experiencia, además de ciencia. Hombre de bien, diría, por eso no le vimos callarse ante atropellos que este Gobierno comete a diario, y con ese estilo propio que produce la dignidad, con algo de honor y vanidad ante los sátrapas, decía lo suyo y claro que molestaba, hacía reír como una buena caricatura a veces, otras, nos alentaba la razón libertaria. Ahora es uno más de los excluidos. La prensa libre ha subido en madurez y estatura.