Estudios serios aconsejan no dar limosna a los mendigos que se paran en las esquinas y utilizar ese dinero en hogares de protección, talleres, ancianatos, casas de salud, etc; y esto porque un buen porcentaje de la gente que ‘pide’ pertenece al rango de los ‘desocupados’ que odian el trabajo pero no el licor y las drogas y en medio de esos delirios no pueden entender que solamente las necesidades incentivan las ideas y los inventos. El ‘Bono de la Pobreza’ es una limosna más sofisticada y por tanto más cara y más descarada, por lo que estamos viendo. Si la canasta familiar bordea los USD 600, ¿quién podría vivir con 35 al mes? Poquísima gente, pero que increíblemente existe y logra sobrevivir en condiciones paupérrimas que incitan a muchas cosas, sobre todo a la delincuencia y la violencia. A pesar de todo, a ellos y solamente a ellos debería ir dirigido y fin de la película. ¿cómo los detectamos? a través de funcionarios entendidos que trabajen caminando día y noche y constaten la realidad; trabajito duro pero que a la larga resultaría más barato que regar la plata entre los solventes u ociosos que en vez de lustrar zapatos cuentan las horas para cobrarlo. Incrementarlo a cincuenta o más sin ton ni son, es un despropósito y una alcahuetería; tiene un tufo a ‘impuesto’ que se parecería al que paga mensualmente gente adinerada para vivir ‘protegida’. Ahora, ¿de dónde saldrá el aumentito? De los impuestos y la plata que confiamos a los bancos por el temor a que nos la roben con el colchón incluido. El maquiavélico (el fin justifica los medios) espectáculo de la puja por quién da más, podría generar un lauro denigrante que incite a que cualquier avezado afirme que encontró la felicidad en Marte.