27 años es para muchos toda la vida; para este hombre que los vivió encarcelado, solo fue el principio de una lucha apasionada por los derechos humanos. Tuve la suerte de asistir a su llegada a N. York que se paralizó por completo. Oleadas de personas de todos los colores lo vivaron y lloraron. Es que Mandela simbolizó eso que muchos ignoran: la dignidad. El hombre que cambió la historia nos ha dejado a los 95 años, casi un siglo de envidiarlo, qué hombre, un lujo de Presidente. Fue un negro al que todos extrañaban y pedían que se quede, pero él dijo que no y se fue; nunca se le ocurrió trampear con la Constitución para perennizarse y peor invitó a nadie a firmar un pacto para no irse nunca. Sencillo y humilde, no insultó, ni vociferó, ni desafió a los transeúntes a darse de trompones; terminó su periodo y se marchó, dejando en los corazones sudafricanos y del mundo entero, esa estela de vergüenza y generosidad que lo caracterizó. Adiós señor, nadie le olvidará.