El maltrato físico y sicológico del que son inocentes víctimas los niños y adolescentes, mediante agresiones físicas verbales y sicológicas, perpetrados a veces por sus propios familiares e inclusive por ciertos individuos que dicen llamarse ‘educadores’ como son los casos de abusos sexuales descubiertos y denunciados en algunos establecimientos educativos, perpetrados en la década correísta, cuyo ex ministro de educación conocía de múltiples denuncias y guardó silencio negligente para que no se hagan públicos, a fin de no afectar el modelo y prestigio educativo del anterior gobierno.
Tales abusos que se convirtieron en abominables delitos en quienes los causaron en que hicieron predominar sus instintos primarios de agresividad y violencia sobre la razón y el buen juicio que debiera prevalecer. Ellos, lejos de cumplir con una misión educativa, causan un grave daño social, de irreparables consecuencias, por los traumas que afectarán a sus víctimas toda su vida. Estos execrables delitos y delincuentes deben ser severamente sancionados por nuestras leyes a los cometieron y a los que los encubrieron y su juzgamiento y sanción no deben prescribir nunca.