Todo tiene un límite en la vida. La opresión, el autoritarismo, la incapacidad y la idiotez de quienes ejercen la Dictadura en Venezuela también han llegado a su límite. Y ésta ha llegado pues la burla que Maduro y sus secuaces han hecho de los derechos humanos –que también son políticos- toca ya la más aberrante e insoportable magnitud.
La libertad debe ser restituida a Venezuela y a su gente. Y debe hacerlo ya, por medio de mecanismos urgentes de paz que eviten una irremediable y pavorosa guerra civil que -como lo demuestra la Historia universal- nadie sabe cómo empieza ni cómo termina.
Y para que el señor Maduro de una vez madure, vendría bien que alguien le diga al oído que luego de entregar el poder existe un país cercano donde puede ser hasta condecorado como un gran gobernante y adalid… por una Asamblea que aún tiene tiempo de seguir haciendo también increíbles barbaridades. Siempre que Maduro se apure y no pierda más tiempo en su locura.