Déficit de becarios de postgrado en medicina fue el tema abordado por el diario el 4/01/2017, el reportaje puntualiza detalles cuantitativos: déficit de plazas, altos costos y coordinación interinstitucional.
A mi juicio, no hay un plan integral y sistematizado de postgrado en medicina dentro del país, cada universidad va por su lado académico, las prácticas son en los mismas instituciones públicas y privadas, más aún, compiten entre ellas las prebendas de acuerdo a la presunta “categoría” de la respectiva universidad. No está bien entendido el concepto de tutoría ni el de profesores de postgrado, los tutores de una misma especialidad son distintos para cada entidad y se privilegian, en pleno siglo XXI, clases teóricas que reinician estudios desde las materias básicas del pregrado.
Las complejas y variables normas del Senescyt y CES, intentan adaptarse a las no menos complejas del MSP e IESS y, las entidades educativas- con presunta autonomía- complacen episódicamente a la autoridad y además favorecen ingresos extras a sus arcas.
Los alumnos son “becarios”, no se acogen a todos los derechos laborales, en varios casos se autofinancia. El alumno logra un estipendio mensual y, a veces, garantiza devengar. Luchan por la plaza en concursos manipulables, prestan servicios fatigantes e invalorables a los hospitales, trabajan día y noche y aseguran salario actual y probable trabajo futuro. Son, en la actualidad, la mano de obra más barata para los hospitales.
Buena falta hace integrar y enlazar esfuerzos, coordinar planes académicos, integrar concursos transparentes de merecimientos a nivel nacional y favorecer financiamientos que no aten de por vida a los futuros especialistas.
El postgrado cuantitativamente no logra captar más del 10% de la demanda, cualitativamente se destacan por el esfuerzo de cada joven becario y de algunos profesionales que hacen de profesores, porque ni el Estado ni la universidad han evaluado su calidad ni se han propuesto una pedagogía moderna para los estudios de postgrado.