El presidente argentino Mauricio Macri ha ordenado medidas impulsivas, reglas que son copias compulsas de otras cuatro crisis económicas, desde el período peronista.
El endeudamiento brusco parece sagaz, a la mente de los economistas de la derecha gaucha; Parecería un estupendo milagro, con una cuota de intervención de la supremacía divina, que el país austral resurgiera de la crisis económica, eterna e inagotable. Esta situación, se basa en lo suntuoso de la administración pública Argentina; mientras el pueblo carece de oportunidades reales de crecimiento económico, el gobierno se lanza a un banquete con festejos electorales, irreales por supuesto, pues el treinta y cinco por ciento de sus habitantes son empleados estatales o dependen de aquel.
El país del cono Sur, nunca se ha encontrado excelente, ni siquiera bien, o algo mejor.
Su intangible borrachera, en los gastos y desbalance fiscal, siempre se han podido sostener o superar pobremente, gracias a los préstamos de algunos no tan indulgentes extranjeros, organismos mundiales que en años anteriores, junto a Carlos Saúl Menem, Fernando de la Rúa y otros iluminados, causaron el corralito financiero.
Por los bonos de deuda que han emitido al increíble veinte, riesgoso, por ciento, siempre te diré, en cualquier época:
No llores Argentina.