Enhorabuena, el doctor Carlos Figueroa salió de la cárcel luego de cumplir 6 meses de sentencia por supuestas injurias vertidas en contra Rafael Correa. Resta el pago de una indemnización por USD
140 000 para reparar la grave afectación causada al honor presidencial. Por fortuna, Carlos no perdió la vida en el peligroso sistema carcelario ecuatoriano, tampoco su espíritu rebelde y contestatario. Lo que sí perdió fue a su madre, enferma de cáncer. Su reclusión le impidió estar junto a ella en los momentos más críticos de la mortal enfermedad.
El día que salió de la cárcel, no tuvo derecho a tomar un ducha ni a realizar una simple llamada telefónica. Quizás, ante la premura por adelantar su salida, esa madrugada, pretendía eludir a la incómoda prensa no oficial. Fracaso rotundo, los medios dieron amplia cobertura a la excarcelación del médico, que propuso una historia diferente a la oficial sobre el icónico 30-S. La aventura de Carlos coincide con lo expuesto por Michel Focault en una entrevista: “La prisión es el único lugar en el que el poder puede manifestarse de forma desnuda, en sus dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral”.