La impotencia ante el reclamo por la falta de diálogo, el irrespeto, la falta de oportunidades, los derechos vulnerados y el hostigamiento permanente a una oposición inexistente culpable de todos los males pasados y presentes, desmiente la afirmación obediente e interesada de quienes dicen que la democracia ha liberado a los individuos de todos los vínculos externos que supuestamente impedían ejercer nuestra soberanía.
El derecho a ejercer nuestra libertad se garantiza únicamente cuando somos capaces de expresar nuestros propios pensamientos con libertad y democracia. El carácter autoritario y excluyente de quienes ejercen el poder conduce a la evasión de la realidad con ciertas consecuencias psicológicas y sociales donde el yo encuentra grandes dificultades para funcionar en el mundo real permitiendo que la conformidad compulsiva transforme a las personas en autómatas que pierden su energía psíquica para concebirse como libres y sujetas a su propia determinación.
En nuestro medio la cultura, la educación y el direccionamiento ideológico se ha trazado objetivos que conducen a la eliminación de la espontaneidad de los individuos y a la sustitución de sus actos psíquicos originales por emociones, sentimientos, pensamientos y deseos impuestos desde afuera con una clara orientación de eternización y continuismo haciendo que el proceso democrático de equidad vaya desapareciendo.