El liberalismo ofrece normas muy prácticas para la vida social. Sus postulados pueden resumirse en respetar la vida, propiedad y libertad ajenas; y cumplir la palabra dada.
El primero suele llamarse principio de no-agresión. Consiste en no iniciar el uso de la fuerza o violencia contra la vida, propiedad o libertad ajena. Ojo con “no iniciar”; el uso de la violencia defensivamente, es decir la legítima defensa, es…, bueno, legítima, contra quien ha iniciado la violencia.
Dos corolarios pueden deducirse del principio de no-agresión: los gobiernos no tienen por qué criminalizar (cosa que hacen constantemente) actos pacíficos, no agresivos y consensuales entre adultos, pues no constituyen agresión; ni nosotros hemos de reprimir conductas ajenas que no implican una agresión contra nosotros, aunque nos desagraden (las diferencias de sexualidad, religión, filiación política, raza, nacionalidad, etc.).