Se entiende por ciudadanía en términos formales la garantía constitucional tanto de deberes como de derechos que los individuos ejercen en un Estado-nación; sin embargo ¿el hecho de respetar la ley y exigir derechos de manera pasiva nos convierte verdaderamente en ciudadanos legítimos de nuestro Ecuador?
Definitivamente no, debido a que acercarnos a votar cada cuatro años, poseer nuestra cédula de ciudadanía, cumplir con nuestras obligaciones legales y fiscales o ser simples espectadores de las decisiones nacionales no alcanza para convertir a seres humanos que viven en colectividad en ciudadanos conscientes y pensantes, a lo mucho sirve para generar súbditos obedientes y temerosos. Por ende, ser legítimos ciudadanos significa interesarnos por el destino de nuestro país más allá de los procesos electorales, ser deliberativos y críticos propositivos, indignarnos con la corrupción, la injusticia y los abusos de poder; pero sobre todo actuar, crear, movilizarse pacíficamente, construir y edificar conciencias y mentes luchadoras por los intereses superiores de la patria.
En síntesis, ser ciudadanos implica crear una revolución pero no politiquera sino una revolución de las conciencias.