En tiempos atrás, los remellados, las caídas, lastimados, los enlodados y jugar en canchas de tierra – por ahí se podía ver una chamba- era típico y habitual porque en todos los barrios de Quito se juega fútbol, todo el tiempo. Muchas veces los jugadores nos lesionábamos seriamente por el mal estado de las canchas. Por amor a la camiseta, uno tenía que jugar llueva o haga sol.
Ahora sí es distinto, uno cuando se reunía con los amigos y teníamos un poco de plata íbamos a alquilar las canchas sintéticas.
Pero eso no se podía hacer todo el tiempo porque, primero había que estar esperando el turno para jugar y luego salir corriendo porque la hora se acababa. Pensábamos y nos preguntábamos con los amigos y vecinos ¿Cuándo podremos tener una cancha así en el barrio? Hasta cierto punto era “soñar despiertos”; pero esa ilusión se ha hecho realidad.
Estamos agradecidos porque en nuestros barrios, y sé que, en muchos más de la ciudad, ahora se cuenta con canchas sintéticas.
Los campeonatos ya son como en las canchas de los profesionales y veo bien que se trabaje en el apoyo al deporte y a la salud de los quiteños. Ahora uno va con confianza a jugar y con la seguridad de que no se puede lesionar como antes, porque siempre hay ese riesgo como en cualquier deporte.
Las canchas de césped sintético es una de las mejores obras para la comunidad, que apoya inclusive a la buena vecindad y a reforzar los lazos de amistad entre los vecinos de todos los barrios. Lo que si tenemos que hacer es cuidar y utilizarlas de manera adecuada para que dure mucho tiempo y que gente de todas las edades aproveche en bien de estos lindos y modernos espacios públicos.