La reacción popular

La reacción popular tardó en llegar, pero ya está aquí y goza de buena salud. El Gobierno se defiende como puede, ministros en las calles, buses llenos de partidarios, nada detiene a los manifestantes. Los recursos más preciados, el márquetin y las campañas de televisión, no surten el efecto deseado. Han sido desactivados por la prepotencia, el abuso y los impuestos. Vanos son los insultos y las amenazas. No amedrentan a nadie, más bien enardecen y vigorizan a los quejosos. No se aplacarán con sonrisas socarronas ni actitudes desafiantes. El tiempo de vacas flacas ha llegado. La gente en las calles está molesta y señalan al líder como el responsable de todo lo que está ocurriendo. El oficialismo, por su parte, no parece darse cuenta de la realidad y, lejos de hacer un mea culpa, se victimiza. Lo que es más grave, apela a esa mala costumbre del líder de propiciar el enfrentamiento entre ecuatorianos. En esta coyuntura, bien vale la pena repetir la frase atribuida a George Bernard Shaw: "A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido... y por las mismas razones".

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