El sacrificio que está haciendo el pueblo para salir de la crisis económica que nos agobia, debería contar con un mínimo de coherencia por parte del Gobierno, que mantiene un gasto irracional e innecesario en múltiples campos. Se insiste que las innumerables cadenas no tienen costo, pero alguien debe desplazarse por todo el país para recoger la opinión de ciudadanos “independientes”, otros deben filmar, unos terceros editar y, el mismo de siempre, locutar. Asistir a la posesión de personajes cuestionados, “socializar” las enmiendas entre sus partidarios, colgar gigantografías en grandes edificios, invitar a recepciones en Palacio a futbolistas, transportistas, autoridades alineadas y a personajes de la farándula, ocupar la fuerza pública para proteger la tarima y a los allegados de las “vigilias”, persistir en las sabatinas y gabinetes itinerantes, etc., etc., tiene un alto costo, que si bien no altera en demasía el millonario presupuesto nacional desfinanciado, indigna cada vez más al contrastar el derroche oficial con el clamor ciudadano que desea cambios elementales en la conducción del Estado. No solo hay que ser, sino parecer.