Hace algo más de 60 años, cuando vivía en la calle Oriente, entre Fermín Cevallos y León, era común ver a dos policías portando únicamente toletes, que hacían la ronda para evitar la acción de maleantes que se decía deambulaban en el área cercana del mercado de San Blas.
Esa labor disuasiva fue la que elogié cuando me percaté de una camioneta de la Policía, estacionada en las alturas de Romerillos, en la carretera Panamericana Sur; con su sola presencia constituía una buena labor para evitar que los conductores infrinjan las leyes de tránsito. Hoy la Policía tiene además, radares y hacen alarde de los miles de infractores sancionados por exceso de velocidad; sin embargo, me tocó viajar de Latacunga a Quito en un domingo en las primeras horas de la noche; y, fui testigo de cómo los buses interprovinciales, que según estadísticas son menos del tercio del total del parque automotor, me rebasaban, aunque yo circulaba al límite superior de velocidad permitida, como si fuese un poste.
De romerillos a la estación de cobro de peaje, luego del puente de Jambelí, por lo menos 10 unidades de transporte de pasajeros me rebasaron en bajada; me pregunto: ¿dónde estaba la Policía disuasiva o la punitiva equipada con radares?; brillaron por la ausencia.
Así siempre lamentaremos accidentes de transportes interprovinciales que confunden trasportar papas con seres humanos con la colaboración de la inexistente Policía nocturna. Buena labor policial… a medias.