Diario EL COMERCIO publicó (el 2010-01-27) una carta de mi autoría, en la cual afirmaba que este gobierno revolucionario había puesto en segundo plano a las FF.AA. en lo relacionado a la seguridad del Estado. El argumento principal se refería a que con la derogatoria de la Ley de Seguridad Nacional, el Comando Conjunto dejó de ser un organismo superior de seguridad como lo era el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena).
La nueva Ley de Seguridad Pública y del Estado en sus considerandos indica que la nueva óptica de seguridad nacional tiene que ser “civilista” y con este concepto revolucionario, efectivamente, los civiles son ahora los expertos en seguridad nacional y reemplazan a lo que hacía el Comando Conjunto, la Defensa Civil, la movilización nacional y la inteligencia. Con la enmienda del artículo 158 de la Constitución, aprobada con festejos en la Asamblea, las Fuerzas Armadas solamente quedan para “apoyar” en la seguridad integral del Estado. Los soldados pasan a ser una especie de ayudantes de Policía .
Para que los ciudadanos comprendan lo que se ha hecho con las Fuerzas Armadas voy a referirme al papel protagónico que tenían en la seguridad integral del Estado antes de la era correísta. Los artículos 86 y 88 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas establecían que la seguridad interna era de su responsabilidad y que la Policía Nacional coadyuvaba en esta tarea; la Policía Nacional se subordinaba al Comando Conjunto cuando se decretaba la movilización nacional o el estado de emergencia.
El artículo 48 literal c) de la Ley de Seguridad también establecía que es responsabilidad del Comando Conjunto planear la organización, preparación y empleo militar de la Policía Nacional para la seguridad interna y la defensa militar del país como fuerza auxiliar. La Constitución actual, las nuevas leyes y la “enmienda” han confundido las funciones de los soldados con las que tienen los bomberos, los guardias forestales, los policías aduaneros y los policías de tránsito. Ya es hora de que se deje de jugar a los soldados y se les devuelva el papel protagónico que siempre han tenido en la seguridad integral del Estado.