Querido Jorge: muchos son los calificativos que merecidamente le han sido atribuidos a raíz de su inesperado deceso: gran hombre, ecuatoriano de talla universal, y sinnúmero de etcéteras que adornan cual corona floral los múltiples títulos y cargos importantes que usted ostentó a lo largo de su vida.
A todo ello, cabe añadir un reconocimiento especial a su calidad de católico practicante, fundamento de su gran talla humana. Todo esto le convierte a usted en un referente, de esos que trascienden la vida terrenal, de esos que tanta falta nos hacen en la época actual.
Su herencia, que por lo magnífica en diversos órdenes, adquiere la categoría de ‘patrimonio nacional’, deja en su familia y en quienes queremos honrar su memoria, no solo motivos innumerables para recordar con júbilo su paso por esta vida, sino un gran desafío, para que sepamos estar a la altura del legado que usted nos deja.
Le rogamos, querido Jorge, que desde el cielo, donde ahora se encuentra, vele por nosotros, y por esta patria a la que usted tanto amó.