Por la regeneración de la calle Panamá, los monumentos son verdaderas obras de artes, bien captadas por el artista que los esculpió. Solo eché de menos al vendedor empujando la carretilla con frutas tropicales que nos despertaba cada mañana con el trac-trac de las tres ruedas de madera de su carreta, algo típico del folclor guayaquileño. La verdad que el niño betunero: con su gorrita virada, camisa afuera, pantalón arremangado de piecitos desnudos, mugriento sentado en su pequeño banquito y con sus cajoncitos de Betunar, es el que más llama la atención. No solo Ud. Había fila de ciudadanos con cámaras y celulares para el ‘selfie’ (autorretrato) en espera.
Me recordó que mi abuelita, cuando terminaba el año escolar (8-9 añitos) y después de 15 días de ocio, me decía “hijito, la ociosidad es madre de todos los vicios, el trabajo no denigra, mientras sea honrado es ‘digno’. Y me mandaba a trabajar al almacén de un amigo de nuestra familia, el día más feliz era sábado, mi paga era un sucre.
Hay muchos niños ecuatorianos que se iniciaron en el oficio de betunero y llegaron hacer poderosos empresarios; un ejemplo Don Luis Noboa Naranjo, otro que trabajo de niño fue el expresidente Galo Plaza, vendió manzanas en Nueva York, por supuesto, por lo general todos los niños estadounidenses reparten periódicos en su vecindarios en la madrugadas antes de ir a la escuela para llenar sus loncheras (también betunan zapatos de sus vecinos). Mucha nostalgia me dio volver a mi antiguo barrio Rocafuerte y Mendíburu (esquina).