El reportaje publicado en EL COMERCIO el 28 de enero sobre la situación financiera del IESS, es revelador y preocupante. De manera abrupta, y sin estudios técnicos ni actuariales de acuerdo con los entendidos, se triplica el número de beneficiarios del IESS con derechohabientes que no aportan un solo dólar, como ocurre con los hijos menores de 18 años.
Con vivas y aplausos, el Estado se desentiende de ese inmenso grupo poblacional, cuyas prestaciones de salud debe asumirlas la otrora “institución más rica del país” y, en breve, se incorporarían el inmenso grupo de las trabajadoras no remuneradas del hogar, quienes tendrían derecho a una pensión jubilar con un aporte irrisorio.
Cuando se denuncia la falta de atención, la escasez de medicamentos o las cirugías represadas, la solución es muy simple: sancionar a los culpables, que, obviamente, son los médicos que “boicotean” el trabajo del Gobierno.
Los ricos al IESS, los pobres a las clínicas de convenio, cortinas de humo, despidos. La inmensa deuda que el Gobierno acumula con el IESS podría resolverse recortándola nuevamente, pagándola con bonos, desembarazándose del 40% que hasta ahora debe aportar el Estado para el pago de las pensiones jubilares o, como se ha hecho de manera novedosa y retroactiva, minimizando o retirando la jubilación patronal de los extrabajadores del IESS.
Total, somos unos pocos viejos que “ya nos cansaremos de protestar”.