Después de haber revisado su último mensaje a la Nación y con el más profundo respeto que me merece la investidura presidencial, debo comenzar felicitándolo por haber reconocido un hecho trascendente al manifestar “que el pueblo ecuatoriano merece descansar de usted”.
El país necesita terminar con los discursos de odio, tener una justicia independiente, perseguir los actos de corrupción, recobrar la libertad de expresión, defender la dolarización como mecanismo de protección del poder adquisitivo de la gente y del patrimonio individual de los ecuatorianos, evitar el despilfarro de los recursos públicos en refinerías inexistentes, en viajes dispendiosos a través del mundo y del piponazgo burocrático que, dentro y fuera del país, usted ha generado para satisfacer vanidades y apetitos económicos de miembros de Alianza Pais, sin preocuparse del incremento desproporcionado del gasto corriente que ha coadyuvado en la creación de un déficit fiscal que ha causado un total desequilibrio en las finanzas públicas, ha puesto en riesgo la dolarización y ha amenazado de muerte al sistema de seguridad social de civiles y militares. Viva la fiesta con dinero ajeno parece haber sido la norma.
Como consecuencia de esto, nos ha obsequiado 27 reformas tributarias durante su gobierno generando inflación y restando competitividad al sector productivo. Y como si esto fuera poco, ya nos amenaza nuevamente con dos impuestos: uno a la plusvalía y otro al patrimonio.
Increíble también las intervenciones del Vicepresidente y de la Secretaria de Planificación, según ellos han rebasado el libro de Guinness en todas sus actividades, perdiendo de perspectiva que nuestro querido Ecuador, lejos de ser lo que usted llamaba el ‘jaguar latinoamericano, es un país con una economía destruida y con las libertades individuales coartadas.
Necesitamos un presidente que una al Ecuador, que en lugar de atacar el éxito individual lo promueva, que tenga la sencillez y autenticidad de Mujica cuyo ejemplo hubiera sido bueno que asimile. En síntesis, Sr. Presidente, el Ecuador necesita un gobernante que se inspire en tres principios fundamentales: equidad, justicia y libertad, los mismos que su Gobierno se ha negado reiteradamente a insitucionalizarlos.