Todos los medios de información pública hacen referencia a la intervención telefónica y de Internet que el Servicio de Seguridad de los Estados Unidos ha venido realizando, dentro y fuera de dicho país.
Quien denuncia este hecho es nada menos que un exservidor de la Central de Inteligencia de los EE.UU. y de la propia Agencia de Seguridad y es para unos un patriota y para otros un traidor. Para mí, es lo segundo, porque se aprovechó de su relación laboral para conocer lo que su empleador estaba haciendo.
Él estima que la información privada de quienes actúan al margen de la ley, como terroristas, delincuentes, traficantes de drogas, de armas y de pornografía, tratantes de blancas, pederastas, entre otros, es más importante que los eventuales daños que pueden causar al resto de la sociedad.
Cabe preguntar: qué sería del Estado que no cuide de sus ciudadanos, la mayor parte de los cuales se sobreentiende que son honestos y necesitan protección. Pero es obvio: para quienes están identificados con los grupos mencionados, lo que se ha hecho será una barbaridad, talvez porque el que mucho debe, mucho teme.
En mi caso personal, no tendría ningún problema que se escuchen mis conversaciones telefónicas y se informen de los correos electrónicos que envío y recibo.