Nuestra esperanza está en ellos, que conocen su pachacamac, que es la que nos da de comer, como la primera necesidad del hombre. Ellos no pueden entender los sofismas de este Gobierno, que nos llevan como una marea arrolladora, hacia una peligrosa meta.
Los indígenas, con sus mingas y sus chasquis, pueden luchar contra este terrible pulpo, que nos envuelve torpemente, prohibiéndonos pensar, expresarnos, vivir.
Valiente nuestro pueblo indígena, que busca un destino mejor para sus hijos; que reclama agua, educación bilingüe, menos impuestos y más derechos inalienables, para una sociedad mejor y plurinacional. No como estos señores que creen que somos una amalgama moldeable a sus caprichos e intereses protervos, propios de la Edad Media y que los indígenas son sus esclavos, que no piensan, que no sienten y tienen que estar a sus órdenes.
Los encerraron en la plaza de Santo Domingo y los apalearon porque querían llegar a la plaza de San Francisco y los ¡acorralaron! Pues ni pensar a Carondelet, donde se habían ya apoderado una fuerza tan grande del Gobierno, como no se ha visto. Una pena terrible las hordas de policías y militares que apalearon a nuestros indígenas. Nosotros debemos defenderlos y que ¡piensen bien las fuerzas de represión lo que están haciendo y para quién trabajan!