Mientras meditaba sobre el impuesto a las herencias que el presidente Correa pretende imponer a los ecuatorianos, utilizando la mayoría de alza manos sumisas con que cuenta en la Asamblea, se me vino de golpe a la mente el proverbio árabe que dice: “La muerte es un impuesto que pende sobre nuestras cabezas y no hay otra salida que pagarlo” . Esta sentencia cae como anillo al dedo al relacionarlo con este nefasto impuesto que se pretende imponer, como producto de algún desvarío que ha causado mucha ira en el pueblo, al colmo de insinuar que “está prohibido morir hoy”.
Y a propósito, cabe formular algunas preguntitas sueltas antes de que la muerte nos separe de este mundo cruel: ¿Se habrá dado cuenta el Presidente que las consecuencias de este impuesto a la muerte nos empobrecerá a todos? ¿Habrán sospechado siquiera los asambleístas que si levantan la mano para votar están creando un impuesto directo al capital y reduciendo todos los incentivos al ahorro? ¿Acaso se habrá intuido que el ahorro y las inversiones son los motores del crecimiento económico? Y finalmente: ¿Habrán pensado los mentalizadores de este impuesto a la muerte que cuando les llegue la hora de estirar la pata, es cuando más necesitarán la misericordia de Dios y el mismo ánimo con el que levantan la mano para votar, como para santiguarse?