Luego del episodio de Pedro Delgado, la política se vuelve impredecible; cuando en la práctica debería ser el ejercicio más certero y creíble.
La incertidumbre y la incredulidad se vuelven más gravosas, teniendo gente, candidatos o politiqueros, que critican y señalan con el dedo; cuando en su oportunidad no supieron demostrar que cuidaron esa credibilidad y peor aún el detectar que tampoco tienen propuestas dignas de crédito, como “postulantes” a una nueva opción.
Se hace necesario perfeccionar el sistema político ecuatoriano, instituyendo mecanismos para que el ejercicio gubernamental o estatal sea calificado y promocionado desde los niveles más bajos hasta la Primera Magistratura.