La historia no ha sido justa con este hombre, que se esforzó durante toda su existencia, por grabar indeleble su nombre en las páginas más negras del historial de la naciente República del Ecuador. Todo elogio ha sido para Montalvo, mas, es justo reconocer que si no es por Veintemilla sus ‘Catilinarias’ no habrían pasado de ser un ‘manual de elegantes insultos’. Es que, nadie como Ignacio para cumplir a pie juntillas, con los siete pecados capitales.
Astuto, manipulador, abanderado de los ociosos, cantante y bohemio empedernido; llegó a Presidente Constitucional y luego, Jefe Supremo; época en que dio rienda suelta a su lado más perverso. Sus mejores obras, a saber, la construcción del Teatro Sucre; y, para sí mismo, el desmedido gasto del Tesoro Nacional, abundante por el buen precio del cacao y la cascarilla (el petróleo de la época); para el pueblo… “pan y circo”.
Su huida del poder, ante la arremetida de ‘Los Alfaro’, estuvo precedida por el asalto a dos bancos del puerto, con un botín de 120 000 pesos, partió en un vapor hacia el sur a disfrutar el fruto de sus fechorías. Su historia, llena de anécdotas y relatos hasta grotescos, sus abusos, desenfrenos y pillerías, ha servido de ejemplo a innumerables personajes que pululan por los caminos patrios.