Creo que todos estaremos de acuerdo en que la hidroelectricidad cambiará nuestras vidas. Solo pensemos en la posibilidad de que en 10 años más el 50% del parque automotor llegue a ser eléctrico. La construcción simultánea de varias centrales a fin de recuperar el tiempo perdido es, sin dudas, un gran acierto de este Gobierno; sin embargo, la reciente inauguración de Ocaña en Cañar (bajo su entera responsabilidad) – con dos años de retraso y un grave daño a la semana de operación – nos obliga a ser pesimistas.
Sabemos que este Gobierno decidió transitar por la senda difícil cuando superpuso la ‘política’ por sobre la técnica. Para empezar, el costo más alto de los créditos se debe al riesgo-país, pero si a esto se suman los retrasos y fallas de diseño y/o construcción, el panorama se torna sombrío.
Creo en la buena fe de las personas, mientras no se demuestre lo contrario. En el mundo empresarial hay desde empresas cuya ética es promovida por sus respectivos países, hasta aquellas que medran de la corrupción. Por el bien del país esperemos que las otras centrales en construcción no tengan estos problemas que representan millonarias pérdidas.