La primera actividad humana capaz de transmitir conocimientos y experiencias de una generación a otra fue, sin lugar a dudas, la capacitación; con el transcurso de los siglos, de ella se arribó a la educación, actividad sistemática basada en procesos y técnicas didácticas que como fin tiene la formación integral de la persona para su desenvolvimiento en la sociedad. Su nivel de desarrollo ha alcanzado niveles extraordinarios gracias a los recursos económicos, tecnológicos, científicos, materiales, informáticos y humanos asignados a su desarrollo.
Concluida la etapa formativa que brinda la educación a la persona humana, esta ingresa al mundo del trabajo, cuya competitividad exige actualización constante de conocimientos, innovación de los mismos o complementación de los ya adquiridos.
Es en este punto donde debemos recurrir a la capacitación, que igualmente requiere de la aplicación de técnicas, sistemas y procesos para su correcto aprovechamiento. Por desgracia, el desconocimiento de sus bases y metodologías, la han reducido al concepto simplista de equiparar “capacitar” con “dictar cursos”. No hay institución en el país que enseñen a capacitar técnicamente, por lo que la supuesta inversión en capacitación no es otra cosa que un importante desperdicio de recursos económicos. Con todo respeto, ¿puede alguien demostrar lo contrario?