Ni quien los pueda aguantar ¡gracias a Dios! A propósito es interesante ver cómo ha cambiado el discurso de Correa.
Hace poco más de un año decía ante sus partidarios que quería la reelección indefinida y estos levantando el puño al aire le contestaban al unísono -reelección, reelección, reelección-, al más puro estilo hitleriano.
¡Ahora ya no! Ahora dice en tono moderado que quiere irse a vivir a Bélgica apenas termine su mandato para dedicarse a escribir libros. Ojalá sean libros de ciencia ficción y no de economía, para que le vaya mejor como escritor y para que le evite un daño terrible a la humanidad.
De un año acá también se ha visto como paso de un discurso netamente ofensivo en todo el sentido de la palabra a un discurso totalmente a la defensiva, siempre intentando justificar su gestión ante la avalancha de críticas y denuncias.
La verdad si nos hubiera gustado a los ecuatorianos ver cambios más profundos en su gestión como terminar con el despilfarro, el endeudamiento, el conflicto y la impunidad, pero era difícil porque tantos cambios hubieran implicado evolución y la palabra “evolución” no es de la favoritas de Correa.
De hecho en los millones de palabras que le oído decir en estos largos nueve años de monólogos, nunca le oí decir está palabra y por eso el país está como el cangrejo.