Poco a poco seguimos destruyendo el último vínculo que tenemos con la Naturaleza y tan solo debemos preguntarnos ¿vale la pena? ¿Vale la pena destrozar un bosque virgen por un poco de madera y petróleo de mala calidad? ¿Vale la pena “civilizar” a un grupo de “salvajes” que solo mantienen sus costumbres y aman la Naturaleza? ¿Vale la pena todo lo que hacemos por el progreso de un mundo corrompido e insaciable? Nada de lo que hacemos lo vale. Somos parte de una sociedad incapaz de darse cuenta del verdadero valor de las cosas, no un valor económico sino de lo que representa para el mundo entero.
En nuestro país se encuentran dos de los últimos pueblos aislados voluntariamente, los cuales son parte de la nación huaorani, pero a pesar de ello a escala nacional persiste el desconocimiento sobre estos, lo cual se evidencia cuando supuestos “expertos” demuestran por televisión su ignorancia acerca la realidad que viven estos pueblos. Pocas personas han convivido y han compartido tanto con el pueblo Huaorani como los misioneros capuchinos, Me pareció excelente la entrevista a Miguel Ángel Cabodevilla.
Sin embargo, todo lo que sucedió es tan solo motivo de vergüenza, necesitamos un suceso trágico para darnos cuenta que ellos están ahí, un pueblo agonizante en medio de un mundo hostil.