En la sociedad en la que vivimos podemos traducir dinero, propiedades y bienes en oportunidades. Estoy seguro de que ninguna persona honesta y responsable se sentiría bien recibiendo dinero, propiedades o bienes que no le pertenecen.
Puedo decir con certeza que –para muchos– en Ecuador las oportunidades son casi inalcanzables. Y digo casi porque estoy convencido que el que quiere, puede. Faltan oportunidades para una buena alimentación, educación, trabajo digno y acceso a la mejor medicina. Todos queremos y tenemos oportunidades; aunque no sean las mismas. Tengo la oportunidad de buscar ser el mejor empleado, de ser honesto, de buscar ayuda, de ayudar al prójimo o de compartir lo poco que tengo. Lo que quiero decir con esto es que todos tenemos oportunidades y la capacidad de decidir. Esa capacidad de decidir es el poder. Queda demostrado que tener oportunidades es poder, por lo que puedo decir que la riqueza es poder. Yo me pregunto, Sr. Presidente, ¿por qué no proponer una ley que distribuya el poder y no la riqueza? ¿Usted sabe que el que más poder posee, más responsabilidad tiene? Mida su poder y analice si tiene la capacidad de asumir esa responsabilidad. Si medimos la riqueza, el rico tiene más responsabilidad que el pobre. ¿Por qué no creamos leyes que fomenten esa responsabilidad? ¿Por qué no comprometemos a los grandes empresarios a ser responsables con las oportunidades que tienen en sus manos?
¿Por qué tenemos tanta fe en el cambio de los pobres y no en el de los ricos? Dígame, ¿quién es menos ecuatoriano para que usted pueda apostar más por los pobres que por los ricos? ¿Todos los ricos son malos?¿Todos los pobres son buenos? ¿Por qué no confía en el resto de ecuatorianos? ¿No cree que al delegar su poder podríamos tener más cambios?
Sr. Presidente, usted -por más buena voluntad que tenga y viajes que haga- nunca va a entender la realidad de todos los rincones del Ecuador. Todos los ecuatorianos sabemos lo que pasa en nuestro barrio, escuela, colegio, universidad u hospital. Busque iniciativas sociales que existen y estoy seguro que encontrará un conjunto de personas diversas, responsables, entre ricos y pobres, que hacen uso de su poder para cambiar al mundo.
Pongo en duda su buena voluntad, porque no llego a entender lo que quiere, porque no entiendo su forma de liderar y porque no creo que con insultos conseguirá los cambios que quiere. Sr. Presidente, le pido que delegue sus responsabilidades porque usted es un líder, no es el dueño del país. Mi última pregunta: ¿necesitamos redistribuir la riqueza o su poder?