Desde hace mucho, los políticos que aspiran a ganar elecciones de distinta jerarquía, han utilizado eventos y acciones propias de la medicina para apuntalar sus campañas con propuestas de variada naturaleza. Se ha oído, casi hasta el cansancio, que por donde se pone el dedo salta el pus, para referirse a la corrupción generalizada que tanto daño ha hecho al país. Se habla ahora de una “cirugía mayor” para extirpar el mal que corroe la propia estructura del estado. Buena intención, sin duda, pero resulta necesario aclarar que para lograr el éxito se requiere de un cirujano hábil, experimentado, bien formado y dueño de gran conocimiento de la patología que pretende resolver con su depurado accionar. La tarea es imposible si no cuenta además con equipo humano de alta preparación integrado por otros profesionales de la medicina e instrumental preciso para las incisiones, cortes y suturas que deben practicarse. El Presidente del Ecuador tiene la intención de controlar un mal de carácter ético y moral, enraizado en el espíritu del país y con ramificaciones malignas en todos sus tejidos, sin tener el apoyo de organismos de control comandados por funcionarios enquistados, desde la administración anterior, que no cumplieron sus obligaciones a cabalidad o se involucraron en casos de corrupción como es público y notorio. El cirujano no logrará sus propósitos si no pasa de lo epidérmico (Comisión Anticorrupción sin poder sancionador) a las cavidades donde los corruptos se ocultan con la seguridad de no ser enjuiciados y sancionados y, si por desgracia para ellos se los encuentra, saben que no serán extirpados a través de una incisión tan pequeña como la propuesta por un jefe de quirófano sin la audacia necesaria para eliminar la corrupción. Si mira el país se percatará que hay personas independientes dispuestas a colaborar en la cirugía y no se vería mal si conversa con los integrantes probos de la Comisión Anticorrupción.