Mucho habría que decir respecto a la fulminante sentencia de Gonzalo Maldonado, en su artículo ¿Qué hizo el papa en Cuba?, que cito a continuación: “Talvez sea que, en el fondo, el castrismo y el pontificado de Benedicto XVI son bastante parecidos: ambos son regímenes escleróticos, caducos, dogmáticos, intolerantes, alérgicos al cambio, y de espaldas a los intereses y preocupaciones de la gente común”. Por espacio, me limito a citar a Pedro J. Ramírez, conocido periodista español, agnóstico, director de diario El Mundo de España, en su artículo ‘El Oso y el papa’, del 28 de agosto de 2011, en el que comenta, refiriéndose al papa Benedicto, y a la Iglesia Católica, en torno a la Jornada Mundial de la Juventud (a la que, de paso, en agosto del año pasado, asistieron uno y medio millones de jóvenes, representantes de las comunidades católicas de todos los rincones del planeta): “…Hay una parte de lo que dice -todo lo relacionado con la dignidad de la persona y de la vida humana- que resulta muy certero y razonable, al margen de cuáles sean las convicciones religiosas de cada cual… Incluso si no fueran verdad los hechos extraordinarios descritos en el catecismo y en el credo, el aporte a la convivencia y la civilización humanas, de esta organización que difunde el amor, predica la paz y atiende a los más necesitados, continuaría siendo tan digno de encomio como impagable”. En términos similares se han pronunciado sinnúmero de personalidades del orbe, incluido Mario Vargas Llosa, luminaria de primer orden del pensamiento en habla hispana, también agnóstico.