La última aventura bolivariana no tuvo un final feliz para el dúo dinámico Chávez-Correa. El vano intento por tratar de prescindir de la OEA fue frustrado por el escaso apoyo que la audaz propuesta despertó en la mayoría de los presidentes de los países latinoamericanos. Aunque esta vez Correa no solo buscaba “liberar al subcontinente del influjo de los EE.UU.”, sino mover el piso a la OEA y así descalificar la investigación que lleva adelante la CIDH en materia de libertad de expresión en el Ecuador. “Curarse en salud” es una treta efectiva en casa, pero no funcionó en Caracas. Los titulares de la prensa internacional difundieron el fallido intento, pese a la precaria victimización de Correa, quien se manifestó cansado por las injurias de la “prensa corrupta”. Sin embargo, nada dijo sobre las groserías y los términos soeces que emplea a menudo para referirse a los periodistas y a sus adversarios políticos. Ocupa los titulares de la prensa mundial; dudoso honor le cabe al ser mencionado como ejemplo de quienes desde el poder pretenden limitar la libertad de expresión. Las mismas mañas de Chávez. Todo a nombre de Bolívar, quien se volvería a morir, con tal de no verse asociado a tan poco egregios y limitados libertadores del siglo XXI.