Lo primero que le enseñan a un abogado, no se diga a un fiscal, es la prudencia y la ponderación en el ejercicio profesional. Son medios adecuados de obligado uso antes de abrir la boca, no se diga una vez que se empieza a hablar. No se ha sabido que el señor Chiriboga posea algún talento como cuenta chistes, ni de cómico, peor como contador de adivinanzas.
El punto neurálgico del asunto es que fue la falta de respuestas frente a una investigación sobre un caso de connotación mundial, lo que le lleva a semejante chasco. Un caso que se prestaba para que el Fiscal cubra todos los males de los que ha sido criticado en su periodo, con el que pudo haber salido por la puerta grande, solo va a permitir que termine el cargo sin pena ni gloria.
Hace tiempo ya, desde la época del extinto Dr. Edmundo Durán Díaz, el Ecuador carece de un Fiscal General que sea digno de ocupar tan alto cargo. Dios quiera que el próximo haga honor a esa Magistratura, lo que podía suceder sólo si realmente éste supera todas las pruebas del concurso convocado. Los fiscales puestos a dedo o con criterio simplemente político, no son verdaderos fiscales, ya nos ha sucedido con todos los que le sucedieron al Dr. Durán Díaz.