Una confabulación a nombre de la paz patrocinada por la Habana de los hermanos Castro, bien conocidos por las atrocidades cometidas durante más de medio siglo, no podía engendrar sino un pacto deformado y contra de fundamentales principios del derecho y base primordial que debe tener todo Estado democrático que, a través de la Justicia, reprime el delito y castiga a los delincuentes. La impunidad está presente en pactos o acuerdos contrahechos alegados de la justicia, equidad y rectitud de procedimientos. Los grupos sediciosos de las FARC tienen en su haber: asesinatos, violaciones, secuestro de miles de niños, tráfico criminal de cocaína con el cartel más grande del mundo, pese a ello: obtención de absoluta impunidad y derechos para acceder al desempeño de curules legislativas, reconocimiento como partido político y hasta incluso gobernar. ¿A dónde se pretendía llegar con tanta impudicia y arbitrariedad? Los nefastos resultados de la mal invocada paz no se dejarían esperar. Los Castro, cuando dejen el poder, tendrían un subterfugio para invocar igual tratamiento e impunidad. La paz no se concibe atropellando el derecho y dejando en la impunidad al delito y a los delincuentes. El castigo emanado de la justicia para quien mata, viola, trafica o roba al Estado no es venganza, la vindicta pública es rectitud y equidad en cualquier parte del mundo. Quienes delinquen, como robar al Estado, deben ir a la cárcel.